Al pensar en ecoturismo, automáticamente se reflejan en mi mente una serie de paisajes que me transportan a los lugares más sorprendentes del mundo, como África y sus pastizales. Olvidémonos de sus grandes mamíferos y enfoquémonos pues en sus atardeceres, sentados en algún claro o bajo la poca sombra de algún árbol seco. O cómo las sierras y cañones evocan las grandes áreas de Costa Rica, unidas por algún río y custodiadas por su biodiversidad. De repente abro los ojos y se me acomodan las imágenes, se alejan aquellos países, pero su gran semejanza y bellezas siguen aquí, en Coahuila.

Coahuila en sus 38 municipios posee un gran acervo en historia, cultura, paleontología, antropología, bellísimos paisajes y deliciosa gastronomía; lo que lo hace contar, no sólo con una gran diversidad de destinos turísticos, sino especializarse en ecoturismo.
Elijo al azar una actividad del turismo alternativo y me aventuro a conocer este Estado a través de la observación de aves y, como valor agregado, colaboro en la conservación de este medio ambiente, cada vez más deteriorado.
En mi primer día de visita elijo La Ruta de la Cotorra, donde mi objetivo es conocer las guacamayas enanas (Rhynchopsitta terrisi), especie amenazada y endémica. Desde el Centro de Convenciones y hasta el Restaurante La Herradura inician mis primeros avistamientos con un milano de hombros negros (Elanus leucurus), aguilillas cola roja (Buteo jamaicensis), cernícalos (Falco sparverius) y palomas aliblancas (Zenaida asiatica). Paso Los Chorros y el primer crucero indica El Tunal o Los Lirios, ambas excelentes alternativas, pero para llegar al sitio ideal de esta ruta, elijo la segunda opción. Subí “el puerto” y enseguida me encontré otra desviación, esta vez a Jamé. Ejido pequeño y tranquilo, con todos los servicios básicos que los visitantes requerimos. Continúo el recorrido por un camino de terracería, subiendo montañas y admirando otras más a lo lejos. Escucho pájaros azules, cenzontles (Mimus polyglottos), palomas y observo pavitos, aguilillas, halcones, gorriones, correcaminos (Geococcyx californianus) y uno que otro chipe. Durante todo este recorrido y hasta llegar al Rancho Las Cumbres, pude hacer un sin número de escalas técnicas para tomar fotografías y observar especies específicas. Ya en uno de sus riscos, donde hay murciélagos, me pude deleitar con el vuelo y el sonido de las cotorras, de muchos colibríes, pájaros azules y gorriones, pero también fotografié detenidamente la flora y fauna de la región. ¡Hasta vi comer un oso negro! Unas personas, vecinas de esta área, prepararon comida y descansé un poco para luego continuar. De regreso tomé aquella desviación a El Tunal y regresé a Saltillo por Carbonera, con su camino empedrado lleno de curvas, rodeado de pinos y diferentes tonalidades de verde.

El tercer día quise visitar la zona urbana de Saltillo y conocer en qué lugares se puede hacer observación de aves, así es que tomé La Ruta del Cernícalo, donde además de observar una gran variedad de especies, visité museos como el de las Aves y el del Desierto, galerías, tiendas de artesanías, parques como el de las Maravillas, con sus impresionantes jardines; otro como el del Museo de las Aves, lleno de historia; el de la Humanidad, la Alameda Zaragoza con su lago en forma de la República Mexicana y hasta una presa llamada Los Gaviones. En suma, observé alrededor de 45 especies de aves, eso sin contar las más de 700 exhibidas en el Museo de las Aves. En cada sitio hay vida diferente, encontré peces y un sin número de flora y fauna representativa del desierto chihuahuense. Por comida no me preocupé hay bastantes lugares donde se come muy bien.

Mi quinta salida fue a la Sierra de Zapalinamé, área natural protegida con decreto estatal y federal, así es que tomé la Ruta del Águila cola roja. Inicié el recorrido en el Camino del Cuatro, conocí su historia, observé algunas aves y fui a conocer otros ejidos que conforman la Sierra de Zapalinamé, como Chapultepec, Cuauhtémoc y El Recreo. En esta área existen guardaparques que pueden ser los guías, ayudados de los habitantes del lugar. Esta sierra es un lugar ideal para la educación ambiental y la conservación y restauración de nuestro medio ambiente. Visité los huertos familiares y comí alimentos preparados en ollas solares. Me gustaron sus bosques y matorrales, hábitats de especies como el oso negro, el puma, el venado cola blanca y nuevamente vi a la guacamaya enana. Vi especies como la Alondra cornuda (Eremophila alpestris), el chipe trepador (Mniotilta varia) y la calandria encapuchada (Icterus cucullatus). El clima estuvo muy agradable, aunque claro depende de la época en que se visite.
En La Ruta del Verdugo, el fin del itinerario puede ser la Hacienda Plan de Guadalupe, donde Venustiano Carranza firmó el Plan de Guadalupe, siendo Gobernador de nuestro Estado. Esta hacienda es excelente para una buena sesión de fotos. De regreso, en los alrededores a la hacienda, hay cuerpos de agua, mismos que sirven de hotel a muchas especies de aves acuáticas. La avifauna es muy rica, sobretodo en invierno donde se puede observar la grulla gris (Grus canadensis), el pato real mexicano (Cairina moschata) y el reyezuelo de rojo (Regulus calendula) entre muchas otras.
Entre las especies de flora existentes se encuentra la gobernadora (Larrea tridentata), el mezquite (Prosopis glandulosa) y el huizache (Acacia farmesiana). Fue muy placentero ver las anacahuitas floreadas en la carretera y ver sobre éstas a cientos de mariposas monarca (Danaus flexippus). Además de observar la gran biodiversidad, en esta ruta encontré petroglifos y conchas fosilizadas en los cerros. Vi libélulas, ocotillos, yucas y un sin número de flora y fauna representativa del desierto chihuahuense. Me enamoré de esta ruta, de sus paisajes, de sus presas, de las aguas termales y azufrosas, de su nuevo hotel, de la cantina de Paredón, de su historia y de su gente.
Mi visita a Saltillo fue muy grata y más aún porque me dio la oportunidad de conocer sitios bandera de cuatro municipios de la Región Sureste de Coahuila.
Ahora mi duda es qué lugares más habrá en estos municipios y en los que me faltan por conocer.
Doy una cerrada de ojos y veo las montañas imponentes de Canadá, la colonia urbana de murciélagos mexicanos más grande del mundo, que reside bajo el Puente de la Avenida del Congreso, en Austin, Texas; los ríos subterráneos de la Antártica o la Riviera Maya, las dunas del continente africano, los campamentos indios de Argentina o los de Texas; los estromatolitos de Australia, las travesías en kayak y el rafting de Chille. Parpadeo y se me desvanecen las imágenes; pero Zaragoza, Candela, Muzquiz, Cuatro Ciénegas, Acuña, Ocampo, Viesca están en la mira, para mi siguiente fin de semana por Coahuila.
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